Sexo con robots. ¿Se acabó el romanticismo?
La sociedad solo puede existir con la existencia de relaciones personales entre sus miembros, en las cuales las relaciones sentimentales, el amor y el sexo son facetas fundamentales de nuestra realidad. Han definido la historia de lo que somos, en lo personal y cultural.
Ahora vivimos un tiempo de revolución, en lo que respecta a las relaciones sentimentales, lo que es o no es la pareja estable y la diversión en la cama. La tecnología ha protagonizado este cambio, así que cabe preguntarse: ¿qué es lo que viene en las próximas décadas? ¿La tecnología sustituirá a las relaciones interpersonales?
Libertad y juguetes
Hoy, la norma es la libertad sexual. Vivir la propia sexualidad sin las presiones y ataduras de antaño nos lleva a ser más honestos con nosotros mismos, nuestros gustos y nuestros pequeños secretos. A esta libertad y relajación están ayudando mucho las nuevas tecnologías. En la Red, cualquiera puede compartir experiencias, picardías, sensualidad, amores y sexo con otra persona. Encontrar a alguien con gustos similares es más fácil, espontáneo, rápido y directo que nunca. El concepto de romanticismo ha cambiado.
Pero la tecnología también se aplica en otras ramas de la sexualidad. Hace más de cincuenta años que se fabrican industrialmente consoladores de uso lúdico, aunque lo cierto es que estos juguetes existen desde hace siglos. Pero es ahora cuando el mundo del juguete erótico ha explotado en miles y miles de referencias de todo tipo, diseño y utilidad. Los hay para todos los gustos.
Primero, la incorporación de elementos motorizados supuso un cambio radical en el concepto del juguete erótico. Los materiales de tacto más agradable y mayor resistencia aportaron comodidad. El conocimiento de la anatomía sexual derivó en una mayor diversidad y mejores resultados. La libertad a la hora de decir lo que nos gusta trajo un catálogo inabarcable, que satisface cualquier deseo secreto. Y esa libertad sexual y la privacidad de la compra online han convertido al juguete sexual en una industria que mueve miles de millones cada año.
Es divertido y nos permite disfrutar sin ataduras, tanto a solas como en compañía. Pero ¿a qué nos enfrentamos en las próximas décadas?
Próxima parada: ciencia ficción
La ciencia ficción lleva décadas avisándonos de un mundo en el que las máquinas nos proporcionarán placeres inusitados. En esos futuros imaginados, la tecnología permite la construcción de robots, androides o máquinas con aparentes sentimientos y con los que los humanos pueden relacionarse e implicarse emocional y sexualmente. En Blade Runner ya se jugaba con las posibilidades del amor entre un androide y humano e, incluso, se dejaba abierta la duda acerca de quién es realmente humano o androide y si los sentimientos de un robot pueden ser tan legítimos como los nuestros.
La tecnología permite la construcción de dispositivos de gran complejidad anatómica. Algunos fabricantes de muñecos sexuales presentan modelos tan avanzados que, a primera vista, casi son imposibles de diferenciar de una persona auténtica. Estos muñecos se pueden construir con todo tipo de caprichos de tamaño, color de piel y cabello y detalles anatómicos al gusto del consumidor, sea hombre o mujer. ¿Un capricho muy caro? Quizá lo sea, pero lo cierto es que se están vendiendo por miles.
Con la difusión y normalización de los progresos de la robótica no tardarán en aparecer muñecos con movimiento y funciones que añadan realismo, pero todavía les faltará el «espíritu». El desarrollo de la inteligencia artificial y sus simuladores (pensemos en los asistentes Siri o Cortana) ya permite programas que aprenden de las interacciones con humanos y se adaptan a nosotros. Películas recientes, como Her o Ex Machina, nos hablan de esa capacidad de simular humanidad y cómo las personas podrían «enamorarse» de una inteligencia artificial tan verosímil que parezca humana.
Cuando la capacidad mecánica de la robótica se una a ese software, ¿qué vendrá? Tendremos robots sexuales, un vaticinio nada fantasioso y que se prevé una realidad para la próxima década. El desarrollo tecnológico es inevitable, pero trae nuevos panoramas sobre los que conviene reflexionar. ¿Estamos ante las puertas de otras formas de sexualidad y relaciones «personales»?
Esa mirada es insustituible
Guste o no, los robots simularán reacciones humanas, pero no las sentirán. Los robots sexuales entretendrán a algunas personas, pero otras sentirán repulsión por ellos (como pasa con cualquier juguete sexual).
Pero lo cierto es que las relaciones sentimentales y el modelo de romanticismo ya han cambiado y seguirán haciéndolo y los «métodos» clásicos han pasado a la Historia. Pero hay algo que no lo hará: lo auténtico. La ternura de una caricia real, el contacto piel con piel entre personas no podrá compararse con una caricia que haga una máquina, ya que su software le dice qué es lo adecuado en cierto momento. Y no lo será, para empezar, porque sabremos que es simulado y programado.
Cuando podamos comparar, comprobaremos que, efectivamente, las mariposas en el estómago solo aparecerán con esa mirada cariñosa, enamorada o picante que únicamente puede darnos otra persona.
El amor es humano o no es amor.
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