La primera vez

El ser humano está en continuo aprendizaje. Descubre nuevas formas y maneras para casi todo y horizontes que parecen lejanos se acercan a nosotros y nos enseñan mundos totalmente nuevos. Nos aportan conocimientos y al paso del tiempo, sabiduría.

La primera vez

La primera vez

Es por eso que siempre debe haber en el comienzo de nuestro viaje una primera vez. Esa primera vez puede ser la clave para que otras veces puedan producirse con más fuerza, o tal vez para que otras veces sean inexistentes.

Todo final tiene su principio y todo tiene una primera vez. Aquella introducción, aquella entrada a un mundo desconocido. Aquella primera sensación al sumergirse en nuevos ambiente y situaciones. El primer beso, la primera mirada, la primera caída, la primera experiencia al tener un hijo, la primera vez que se te muere alguien, el primer amigo de verdad, la primera caricia, el primer viaje, la primera mascota, el primer piso, el primer encuentro sexual, etc. Infinidad de primeras veces que se convierten en el principio de muchas que irán viniendo, como también primeras veces que nunca irán acompañadas de más ocasiones.

El descubrimiento de algo siempre nos ha captivado y da al ser humano unas dotes altísimas de curiosidad. Hay muchas veces que la curiosidad mata al gato, como dice el refranero, pero al menos lo hemos podido comprobar. Hay que probar de todo, siempre que nos llame la atención hacerlo y sin la presión de otras personas ajenas a nuestro racionamiento. Pensar si hacerlo vale la pena o no depende solo de uno mismo, y en caso de tener dudas, siempre va bien fiarse de la opinión de los que te quieren.

Y naturalmente, cuando la primera vez ha sido placentera para nuestros sentidos, siempre tendemos a repetir. Aunque segundas partes no pueden ser siempre buenas, como dice de nuevo el refranero, si nos vale la pena, probémoslo.

Si hay que coronar una vez, esa es siempre la primera. Casi siempre la tendremos presente en nuestra memoria tanto para lo bueno como para lo malo. Es aquella ocasión en la que nos faltaba practica, en la que éramos inocentes y desconocedores de algún tema en cuestión y nuestra mente absorbía como una esponja nerviosa, sorprendida y a la vez ilusionada por aquello nuevo que adquiríamos; nuevos conocimientos y nuevas sensaciones.

Hay primeras veces que se olvidan, y también hay primeras veces que resultan desagradables, y segundas veces que son mejores que las primeras, pero aún así la importancia del concepto «primera vez» no lo podrán tener ni segundas, terceras o cuartas veces.

Un claro ejemplo de «primera vez» que difícilmente se olvida es el primer encuentro sexual. La primera vez que entregamos nuestra intimidad más remota a otra persona y donde se palpa nuestra falta de experiencia a una actividad en el que a nuestro cuerpo le resulta desconocida. Aquel temblor, aquel juicio que nos llena de inseguridad, y que al paso del tiempo, con más práctica, se va desvaneciendo. No obstante, siempre hay primera s veces y primeros encuentros sexuales, ya que una persona no la misma que la otra. Siempre hay una primera vez en cuanto a nuevos y futuros encuentros. Aunque siempre nos podemos dejar sorprender y también sorprender a nuestra pareja, aunque se lleve muchos años de relación. El cumplir años acompañado con una misma persona no es excusa suficiente para que el sexo sea monótono.

Así pues, en nuestras vidas hacen mucho eco nuestras primeras veces y no dan ese pequeño empujón para probar otras cosas más. Nos dan a su vez precaución por si en ciertas ocasiones no ha resultado agradable y también nos da el aprendizaje para recurrir a nuestro propio conocimiento en situaciones futuras. Y sobre todo, nos da una de las cosas más importantes que podemos tener; seguridad.

Así que sin faltar al refranero, segundas partes pueden ser algo desagradables en algunas ocasiones, pero si son buenas, querido lector/a, ¡a probarlas de nuevo!

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