De la pareja a la familia. 1+1 ahora suman 3
Todo el mundo habla, pero nadie avisa de cómo cambian las cosas entre la pareja, cuando un nuevo miembro se añade a la familia.
Además del vínculo sentimental, ahora les une un vínculo podría decirse todavía más fuerte: tener un hijo en común. Con este nuevo rol en ambas partes de la pareja, también surgen nuevas expectativas entre ellos, que podrán ser cumplidas o no, dependiendo de cómo se sobrelleve la situación.
A lo largo de nuestra vida protagonizamos una serie de cambios: de hogar, de estilo, de trabajo… pero el nacimiento de un hijo es el más notable en el día a día, ya que el contraste de la vida previa y posterior al hecho es muy grande y notable. Y esto sobre todo se acentúa en el nacimiento del primer hijo, porque también es el nacimiento de una madre y de un padre: de una familia.
La palabra “familia” se nos planta en frente antes de lo que nos podemos imaginar. Por eso, una pareja no puede prepararse, ya que cada situación es un caso distinto y cada persona reacciona a su manera y, en consecuencia, provoca distintas situaciones y genera sentimientos diferentes.
El recién nacido no atiende a esto, él simplemente necesita atención las 24 horas del día, atención que antes se dedicaba la pareja entre ella, y ahora tienen que compartirla con su hijo. Pero este no será el único cambio que experimentarán.
Cuando consigan que el bebé cierre los ojos por un rato, las dos personas que están viviendo esta experiencia en primera persona tal vez no se reconozcan, pues en ellos privará el cansancio y las ganas de acostarse hasta estar de vuelta a ese nuevo mundo llamado “familia”. Ahora el vínculo más fuerte que les une es su hijo: ella no es solo una mujer, sino que también es madre; él no es solo un hombre, sino que ahora también ejerce de padre. Y ambos crearán nuevas expectativas que podrán ser cumplidas o no. Debemos tener este punto muy presente para evitar peleas, discusiones y, en ocasiones, separación por no poder adaptarse a esta nueva situación: hay muchas parejas a las que el hecho de tener un hijo les viene grande, y abandonan incluso antes de intentarlo.
Una de las situaciones más comunes, y de las primeras que debemos evitar por nuestro bien y por el de la conducta del recién nacido, es las constantes discusiones acerca de la educación del pequeño y del rol que adoptará cada uno por aplicársela. El reto consiste en hablar abiertamente, sin alzarse la voz, y llegar a acuerdos por ambas partes, cediendo y pensando siempre en lo mejor para el bebé. No se trata de que cada uno implemente la educación que le han dado a él/ella, sino de construir una nueva educación entre los dos.
Es un cambio fuerte, y supondrá una gran dificultad el hecho de dejar atrás muchas cosas de las que antes se disfrutaban. También hay que sentirse seguro de querer hacerlo y confiar plenamente, trabajando duro para que la situación no se eche encima. Así, se conseguirá que al decirse a uno mismo la palabra “familia”, lo único que se escape sea una sonrisa.
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