¿Buscas a tu pareja perfecta?
Lo siento, no existe
Tal como dijo el filósofo y escritor Ortega y Gasset, “hay quien ha venido al mundo para enamorarse de una sola y determinada mujer y, consecuentemente, no es probable que tropiece con ella”.
Seguro que alguna vez has oído hablar del mito de la “media naranja”. No, no me he equivocado, no quería decir frase popular o conocida expresión, sino mito, que, para sorpresa de muchos, proviene de la obra El Banquete de Platón. En ésta, el filósofo explica las enseñanzas de Aristófanes, según el cual, la raza humana, en un principio, era prácticamente perfecta, teniendo todos los seres forma casi redonda al estar compuestos de dos hombres, de dos mujeres o de un hombre y una mujer. El peligro que suponían estos seres para los dioses, llevó a Júpiter a decidir separarlos en dos, con el objetivo de reducir su poder.
Ahora bien, la solución no fue idónea, pues las mitades vagaban por la tierra, intentando recuperar su antigua unidad, y una vez lo conseguían, el deseo de no querer hacer nada la una sin la otra, las llevaba a estar abrazadas, sin moverse, padeciendo de hambre e inacción. Así que, como puedes ver, tu media naranja no es la bonita historia que nos intentan vender Hollywood, Disney y San Valentín.
Si algo se puede aprender de la teoría de Aristófanes es que la búsqueda de la pareja perfecta está destinada a ser, irónicamente, infructuosa. Y sin embargo, el mundo gira en torno a la idea de que existe esa persona que es nuestra contraparte ideal, que será la pieza que falta en nuestro puzle, que cumplirá con todos los requisitos que queremos en una pareja, nos entenderá a la perfección y compartirá todas nuestras creencias y opiniones. Esta idea es tan profundamente incorrecta e, incluso, tóxica, que resulta difícil encontrar por donde empezar a desmentirla.
Buscar pareja perfecta
En primer lugar, y esto es muy importante, no nos falta ninguna pieza. No somos un destartalado Seat 850 de 1966 que va perdiendo partes de su carrocería a medida que avanza por la angosta carretera de la vida. La última vez que lo comprobé, y creo que la ciencia se pondrá de mi parte, no nacemos partidos por la mitad, ni nos falta ningún trozo sin el que no podamos alcanzar nuestro propósito en la vida.
El pensar que somos seres incompletos que sólo podemos encontrar la plenitud por medio de otra persona es lo que suele conducir a relaciones tóxicas de dependencia. Somos individuos en nuestro propio derecho y somos capaces de ser felices con o sin pareja. No necesitamos a alguien que nos complete, sino a alguien que nos recuerde que nunca hemos estado rotos.
En segundo lugar, creer en que existe nuestra media naranja madurando en algún árbol frutal para estar lista solo para nosotros es un camino que, como cualquier GPS indicaría, lleva a la ansiedad y a la soledad. A la primera porque supone creer en la perfección, en que tenemos que encontrar a alguien ideal para nosotros, lo cual, admitámoslo, es una peripecia destinada al fracaso. A la segunda porque, inmersos en esa búsqueda del tesoro, desestimamos a todas las demás frutas que se cruzan en nuestro camino, porque no poseen la forma, color o sabor que imaginamos que deberían tener.
Lo cierto es que no existen dos personas iguales que se complementen a la perfección. Una pareja feliz no lo es porque el destino haya planeado su encuentro ni porque hayan sido creados por una fuerza superior para ser piezas que encajen por arte de magia. Por mucho que pueda costar admitirlo, el encuentro entre dos enamorados es fruto de la casualidad, no fruto de un naranjo. Y su felicidad no es consecuencia de una perfección impuesta, sino de su capacidad y voluntad de esforzarse para conseguirla.
Querer a alguien no es algo que se nos impone, es algo que decidimos. Decidimos luchar por esa persona, decidimos luchar con esa persona, porque queremos compartir un futuro con ella. Una relación no es un río que tiene que fluir a la perfección sin ninguna obstrucción en su camino hasta llegar a un mar sereno y calmado, es una carrera de obstáculos que tienes el privilegio de recorrer con la persona que quieres y, si tienes suerte, durará toda la vida.
Así que, si alguna vez te preguntan por qué aún no has encontrado a tu media naranja, respóndeles tranquilamente que tú no utilizas medias de ese color.