Nos viene de serie: labios rojos, ir a la pelu, estar guap@s…
Cuenta en su diario el Teniente Coronel Mervin Willett que cuando los soldados británicos liberaron el campo de concentración nazi de Bergen-Belsen en 1945 las prisioneras estaban en los huesos, iban sucias, vestidas con harapos y haciendo falta de todo y todo de primera necesidad… había algo que él no pidió pero que todas las mujeres tenían y le pareció que era un genio quien lo envió sin pedirlo: barras de pintalabios.
Este Teniente Coronel escribió, “Las mujeres se tendían en la cama sin sábanas y sin camisón pero con los labios rojos escarlata, las veía vagando por ahí sin nada más que una manta sobre los hombros, pero con los labios rojo escarlata. Vi a una mujer muerta sobre la mesa post mórtem que tenía agarrado en su mano un trocito de pintalabios. Al fin alguien había hecho algo por convertirlas en personas de nuevo, ellas eran alguien, no un mero número tatuado en el brazo. Al fin podían volver a interesarse por su aspecto. Esos pintalabios empezaron a devolverles su humanidad”
En el Reino, Unido Winston Churchill paralizó la producción de cosméticos para dedicar todos los recursos a la guerra… excepto los pintalabios porque levantaban el ánimo de la población… “porque llevar pintalabios rojo hacía a las mujeres sentirse fuertes, seguras y atractivas, unos sentimientos especialmente preciados en tiempos de crisis”.
No se puede ni comparar con la crisis del coronavirus, pero uno de los primeros negocios que han podido abrir con la pandemia del coronavirus son las peluquerías mediante cita previa y de una en una o de uno o en uno…. y hay cola.
En Italia, durante muchas semanas, las señoras concertaban citas caseras con sus peluqueros de forma furtiva y en cuanto que las peluquerías han abierto los teléfonos no paran de sonar para pedir hora.
En España, algunas peluquerías tienen la agenda que echa humo mientras otros negocios no saben ni siquiera sin van a abrir por falta de clientes.
En Rusia, en la tumba de Sungir, de unos 30.000 años, una mujer se llevó a la otra vida un collar de unas 3.000 cuentas que rodeaba todo su cuerpo.
Parece que los humanos expresamos nuestro estado de ánimo interno con nuestro aspecto externo, como dice el antropólogo Juan Luis Arsuaga pues desde el paleolítico los cazadores-recolectores era muy coquetos… “Estaban llenos de adornos, de cuentas, de plumas. La coquetería es un estado de ánimo. Cuando estás deprimido, lo primero que haces es dejar de arreglarte. Cuando te encuentras optimista y bien, sales a comprarte una camisa para salir de la tristeza”.
Parece que lo de estar guapas y guapos nos viene de serie porque sube la moral y la autoestima.
Aprendida la lección de historia y de psicología ahora toca ir poco a poco sacando nuestros mejores trapos y plumas físicas y mentales no solo para subir la moral sino para celebrar que estamos vivos y que dure lo que dure nuestra vida hay que estar o guapos, o muy guapos o guapísimos… ¡y compartirlo!
Ya sabes… ¡para que se lo coman los gusanos que se lo coman los humanos!