El teatro ¡Que suba el telón!
Citando una cita del gran actor Sir Laurence Olivier: En una pequeña o gran ciudad o pueblo, un gran teatro es el signo visible de su cultura. Y tenía una gran razón. La cultura nace en gran parte gracias al teatro.
En las obras teatrales residen escenarios ya vividos por infinidad de personas que transcurrían por diferentes épocas y sociedades. En muchas obras se refleja cómo vivían seres como nosotros y en qué circunstancias vivían. Nos enseña las diferentes vidas que podríamos tener, que querríamos tener y que nunca podrán ser.
Las buenas obras de teatro, cómo en casi todas las obras de arte, son aquellas que trascienden su época, y a la vez viajan de generación en generación sin perder su brillo y su exquisitez.
Una buena obra de teatro es aquella que por el tema que trata es capaz de modificar a sus espectadores y de hacer de espejo imaginario entre el escenario y el patio de butacas. El teatro siempre ha jugado con la sociedad mostrándole su presente y su pasado y ha querido denunciar y/o comunicar los acontecimientos que ocurrían en la sociedad. De alguna manera ha querido siempre satisfacer las necesidades del momento y ha querido reflejar situaciones y sentimientos que nos son propios como seres humanos. Aquellos personajes que ha escrito un autor son claros ejemplos de condición humana con todo lo que esta esconde; sus miedos y flaquezas, sus sueños, sus esperanzas, y su función como seres de un mundo dónde se presentan obstáculos a todas las edades y épocas.
Que suba el telón | Zhazz
Así pues todas esas obras trascienden ya que en ellas residen temas universales. Shakespeare nunca será viejo, cómo tampoco nunca morirá Molière.
¿Pero qué obras son las que gustan más a la gente? Lógicamente es un tema del todo subjetivo y cada cual tendrá sus gustos. Hay quienes dicen que en épocas de escasez o de crisis los espectadores acuden más rápido a las comedias y les puede resultar más agotador los dramas y las tragedias. No obstante, en todo género se esconde una verdad y un claro mensaje que el espectador está invitado a recibir.
En el teatro hay un público fiel dónde gente aficionada a este arte acude con frecuencia. Al mismo tiempo, un actor puede tener un público fiel denominado «fan» y que da apoyo a ese intérprete a seguir trabajando y a seguir firmando contratos, ya que si el público asegurado es de una gran cantidad pueden llenar el patio de butacas diariamente.
A su vez, hay también un público dónde pocas veces ha ejercido como tal ya que casi nunca acude al teatro y también hay quienes van y no saben cuál es exactamente su función como público. Aún así, el teatro nos eleva hasta un grado de comunión y ceremonia. Ver a esos interpretes en directo manchados con las luces y las sombras de los focos crea una convención y un ritual muy harmónico para ambos (actor-espectador)
Todo está cuidadosamente hecho y ensayado para esa comunión final con el público, ya que gracias a él y a los intérpretes existe el teatro. Si no hay actor, no puede haber teatro, y si no hay una visión externa, tampoco lo puede haber.
El teatro nació de los rituales de las tribus en el paleolítico. Se estima que desde el origen del hombre, la puesta en escena siempre ha existido, aunque por aquel entonces no se tenía una clara conciencia de que aquello era teatro. Existían las danzas, las historias de héroes (siempre interpretadas y escenificadas), y sobre todo la música con diferentes percusiones para que el público de entonces pudiera entrar más en el contexto y emoción de la historia que se explicaba.
El teatro es milenario, y esperemos que dure muchos siglos más, ya que siempre necesitamos que nos cuenten historias y también que alguien nos recuerde las infinitas maneras de poder vivir.
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