¡Clinc, clinc!, hacía el dado rebotando dentro del cubilete. Adán lo agitaba de forma rutinaria con la mirada fija en la pantalla; era el único ruido que rompía el silencio de la sala. La noche había dejado las estrellas fuera de la zona de control. Era el ama del aburrimiento habitaba entre las cuatro paredes del habitáculo.
La mariposa revoloteaba caprichosa por la cocina: de la tostadora a la cafetera de la cafetera a la licuadora; Violeta también, sin percatarse de la presencia de la compañera volátil. En el calendario la brisa tórrida de un verano, sin tarjeta de visita, derretía los últimos días de una primavera húmeda.
Érase una vez, una corporación dedicada a las comunicaciones y al entretenimiento decidió que el amor se basaba en el rescate de una bella y dulce princesa gracias a un apuesto y valiente príncipe, y durante mucho tiempo éste ha sido el procedimiento aceptado y normalizado por la sociedad. Estamos en el S.XXI, y hay que cambiar la perspectiva.
Un beso de una enfermera en tiempos de coronavirus puede tener un valor incalculable para quien lo recibe, para quien lo da, y para quien lo ve o lo lee. Para mí, que lo he visto, es otra forma de amar. ¿Y para ti?
Escribo con la tranquilidad que da haber sometido a referéndum [...]
Esta historia real de Eva Díaz nos traslada a ese sinsabor de amar a alguien que jamás te podrá corresponder. Relata cómo el amor es capaz de penetrar en tus venas hasta llegar al corazón y hacerle bombear a velocidades de vértigo.