Se va, Se va, Se fue o de cómo pasar de pantalla

Last Updated: 09/13/2019By

Cuando estoy con alguien sueño con ir sorteando obstáculos, superando etapas, y descubrir que lo que hay al otro lado es más gratificante de lo que se deja atrás. Que el terreno se allana, los lazos se fortalecen, y cada vez resulta más sencillo y natural avanzar…

Sin embargo, en mi caso la velocidad de crucero se ralentiza, unos grilletes aparecen en mis tobillos y lastran mis pasos, hasta que avanzar se convierte en una ardua tarea que sólo se completa a base de sangre, sudor y lágrimas. Sin embargo, no pierdo la esperanza de que en una de estas se me abran las puertas de la Tierra Prometida, ya que quizá no en la pareja, pero sí en soledad, he experimentado este mitigante “pasar de pantalla”. Mi experiencia.

Finalicé una relación de varios años hace unos meses. Al acostumbrado sentimiento de pérdida se sumó un vértigo incontrolable ante el vacío de sentirme sola al inicio de un inmenso desierto. Miraba hacia adelante y el paisaje era desolador: una inmensa explanada yerma que no parecía tener fin me producía un tremendo desaliento, la certeza de que atravesar ese desierto en soledad iba a ser un infierno y que nada mejor podría esperarme al otro lado.

Empecé a caminar, casi por inercia, porque no queda otra, y en este punto no puedo evitar acordarme de una canción que adoro de Jorge Drexler: “Se va, se va, se fue”, refiriéndose a la tristeza, y a cómo de un momento a otro se diluye sin saber por qué. Y así fue. Bajé las revoluciones, me centré en el día a día, y sin saber cómo ni por qué, un día cualquiera el desasosiego se convirtió en paz, el desaliento, en un inexplicable bienestar y el desierto desapareció para dar paso a un hermoso valle. Y lo más sorprendente de todo es que ninguna razón interna ni externa aparente propició este cambio.

Se va, Se va, Se fue o de cómo pasar de pantalla
Se va, Se va, Se fue o de cómo pasar de pantalla

De repente, la falta de expectativas era un emocionante punto de partida desde el que cualquier cosa podía ocurrir, y efectivamente, ocurría. El caminar libre por la vida con el contador a cero me devolvió la ligereza de movimiento, la fuerza interior, la autoestima, la motivación por las pequeñas cosas, ya sea sola o en compañía y, sobre todo, la diversión de vivir. Me convertí en un imán de las situaciones más cómicas, de las personas más variopintas (nunca he entablado tantas conversaciones con desconocidos) y de algún que otro flirteo vigorizante, que no por falta de trascendencia ha supuesto menor medicina para el alma.

Estoy sola y me estoy divirtiendo. No necesito a nadie, ni tampoco le cierro la puerta a nadie. Simplemente vivo y busco el lado lúdico de las cosas, sin esperar nada más. Quizá esto es aquello que tanto había oído de “Para estar bien con los demás, primero has de estar bien contigo misma”. Es posible. Y la sensación es increíble, pero lo mejor de todo, es que no he hecho nada para conseguirlo. Sólo caminar. Así que camina, y cuando menos lo esperes, se va, se va, se fue.

Escrito por: Laura Clemente

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