Ni Frescas Ni Campeones.

No todo en esta vida es blanco o negro. No todo en esta vida debe ser regido por los prejuicios que han sido implantados en nuestra mente desde que tenemos uso de razón. En cuestión de sexo, ni las mujeres son unas frescas ni los hombres son unos campeones.

Es de conocimiento popular que la sociedad se rige de estereotipos para ser capaces de generalizar la propia población, tratándonos como iguales a todos los que formamos parte de ese “cacho” en el que hemos sido incluidos.

El concepto de “estereotipo” no implica negatividad, simplemente una visión limitada sin pretensión de ir más allá de lo que las primeras impresiones puedan causar en nosotros. Y es que, aunque pretendamos no caer en la tentación de la generalización, lo hacemos de manera inconsciente… Algunos de los estereotipos más emprados son los “sociales”, aquellos que abarcan ideas desde “todos los catalanes son unos agarrados” al típico “a los chinos se les dan bien las matemáticas”.

¿En qué piensan los extranjeros cuando se les nombra a España? En paella, en los toros, en el flamenco… Eso, señoras y señores, son estereotipos… Un tanto ridículos y tendenciosos a la vergüenza ajena, pero, ese es otro tema en el que no deberíamos vernos involucrados ahora mismo.

En publicidad resultan ser un recurso utilizado con frecuencia, pues pueden llegar a ser una potente herramienta con la que llegar a su público objetivo. Pero no todo son estereotipos de este calibre, pues los más peligrosos no residen en nuestro lugar de procedencia y/o cultura; más bien en nuestro género.

Los estereotipos de género son aquellos que nos permiten, con cierta equivocación, afirmar que “las mujeres se rigen única y exclusivamente por las emociones, algo que las hace ser débiles” o que “los hombres se pierden realizando diversas tareas a la vez”.

Ni Frescas Ni Campeones.

Años atrás, cuando el machismo era todavía más exagerado y prominente que ahora mismo, los estereotipos de género tenían cierto sentido, porque tanto hombres como mujeres creían firmemente que ellas debían permanecer en la cocina mientras ellos tomaban su whisky a la vez que leían el periódico o miraban la televisión. Todo el mundo estaba conforme. Al fin y al cabo, cada uno estaba anclado a su propósito en la vida…

Ahora, aunque creamos que muchos de estos pensamientos han sido totalmente evaporados, es mediante algunos comentarios escuchados en boca de cualquiera que nos podemos dar cuenta de que no es verdaderamente así. Hay muchos hombres que juzgan a las mujeres; mujeres que juzgan a hombres, y lo que está igual de mal e incluso resulta sorprendente: hombres que juzgan a otros hombres y, sobretodo, mujeres que juzgan a otras mujeres. Y es en cuestiones de sexo en el que se puede ver claramente cuál es la mentalidad de cada uno de nosotros.

Desde el preciso instante en que nuestra sexualidad empieza a desarrollarse, en nuestra condicionada mente se abre un espacio para creer verdaderamente que los hombres tienen un mayor derecho que las mujeres a disfrutar del sexo.

Si eres un hombre que ha tenido la suerte (o no) de haber tenido muchas experiencias sexuales, ¡felicidades! Tu hombría ha sido verificada. Eres un campeón de la cabeza a los pies. Vaya, un héroe nacional, dirían algunos.

Si resulta que, en vez de un hombre, eres una mujer que ha tenido la suerte (o no) de haber tenido muchas experiencias sexuales, uf… no sé cómo te atreves. Una mujer de verdad no se debería abrir tanto de piernas. Quizás es porque eres un poco fresca. Cuidado con lo que haces porque, desde luego, el respeto hacia ti disminuirá.

Si tienes dos dedos de frente te darás cuenta de que el discurso acabado de representar no son más que patrañas, también generalizadas, de lo que tendemos a hacer en cuanto un hombre y/o una mujer habla de sus relaciones íntimas.

A pesar de que a algunos les cueste entenderlo, debería ser hora de que todos, tanto hombres como mujeres, seamos libres de practicar el sexo (seguro) con aquellas personas que nos plazcan, sin tenernos que sentir juzgados por la cantidad de personas que nos acompañan a la cama.

Es necesario que en ese espacio que se abrió en nuestras cabecitas durante nuestra adolescencia destinado al “desprecio” hacia el género sea ocupado por la igualdad. Estamos convencido de que algún día, la mujer, al igual que el hombre, explique a sus cercanos que “se ha tirado a dos el mismo día”, a lo que los demás responderán: “Joder tía, qué crack”.

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